Leyendo hoy a Angel González en El Resto, me encuentro con un fragmento de una carta que Derain envió a Vlaminck desde el frente el 9 agosto de 1917: «Los árboles y las plantas me perturban. No quisiera hacer ya más que retratos, auténticos retratos con sus manos y sus cabellos…». Conservar la imagen de la gente, con todos sus pelos y señales, tuvo que parecerle una tarea imperativa a quien veía esfumarse sin cesar a amigos y enemigos. No por ello dejaría de pintar paisajes. De hecho, la evidencia de la aniquilación de la vida vegetal en los campos de batalla impresionaba a los combatientes casi tanto como la enorme matanza de hombres, su mutilación y confusión. Las cartas de guerra de Leger revelan esa misma perturbación ante la desaparición de cualquier signo de vida: «Quedan restos de naturaleza hasta 3 kilómetros de las líneas, y después, imperceptiblemente, todo desaparece, y no queda más que la impresión de desierto y de silencio»
(Angel González, Las Negras Manos de Derain recogido en El Resto. Una historia invisible del arte contemporáneo)
Si estáis por Madrid, la fundación La Caixa nos ofrece Maurice de Vlaminck, un instinto fauve, con sus pinturas de 1900 a 1915.
Maurice Vlaminck. Paisaje del valle del Sena o Paisaje de otoño, 1905
Comparte esto:
- Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Tumblr (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en WhatsApp (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Telegram (Se abre en una ventana nueva)
- Más
1 comentario en «Vlaminck en la Caixa»